martes, 30 de agosto de 2016

Ocho consejos para hacer un buen interrogatorio

Un buen interrogatorio incluye una lista larga de elementos y crecerá a medida que usted se perfeccione en el uso de ese arte. Los principales, que consideramos en esta introducción a lo que constituye un procedimiento sumamente complejo son:control, velocidad, memoria, sintaxis, lógica, momento oportuno, actitud conclusión.

Conforme a todos los buenos métodos didácticos, estos elementos debieron examinarse uno por uno, a fin de facilitar una mejor comprensión y su aprendizaje. Sin embargo, eso no es posible, porque todos se relacionan entre sí en forma tan íntima que prácticamente todos ellos interactúan en el proceso la mayor parte del tiempo en que está trabajando el interrogador. No obstante, trataré de dar alguna explicación breve sobre lo que significa cada uno de ellos en el contexto del interrogatorio.

1. Control
Un interrogador tiene que controlar a su testigo muy de cerca, sin dejarle ninguna escapatoria, como eludir las respuestas difíciles con descripciones largas, calculadas para distraer, también tiene que controlar la dirección y el ritmo del interrogatorio

2. Velocidad
Un testigo que diga menos de la verdad absoluta necesita tiempo para meditar sus respuestas y darles forma, un tiempo que no hay que permitirle. Un interrogatorio eficiente tiene que llevarse a cabo a un ritmo casi implacable, uno que no le da al testigo que trata de fabricar sus respuestas el tiempo suficiente para lograrlo.

3. Memoria
El interrogador debe tener la cabeza llena de una multitud de datos y de información, obtenidos de cualquier declaración previa que haya hecho el testigo, el testimonio que otros testigos relacionados han dado o van a dar, así como de todos los documentos relativos y otros tipos de evidencia; además debe tener una imagen clara de los detalles de la escena del acontecimiento si es que hubo alguno. Sus manos tienen que estar libres la mayor parte del tiempo, y sus ojos tienen que estar clavados en el testigo. Si necesita consultar constantemente notas u otros materiales escritos, entonces sacrificará algo esencial: la velocidad.
.4. Sintaxis
Las preguntas tienen que formularse con rapidez, pero con precaución. Tienen que ser claras e inequívocas, estar formadas por oraciones simples y no compuestas, de manera que no sean legalmente objetables, y estructuradas de tal manera que requieran una respuesta afirmativa o negativa la mayor parte de las veces.



5. Lógica
La mayor parte de las preguntas, incluso aquellas destinadas a ridiculizar, tienen que formularse dentro de un contexto lógico. Sin embargo, pueden estar —y a menudo están— fuera de orden, o yuxtapuestas una a otra, pero el objetivo final es obtener las respuestas que, en su conjunto, contradicen lo que el testigo debiera haber dicho si su relato correspondiera a la realidad.

6. Momento oportuno
Se necesita mucho tino para saber aprovechar las oportunidades que se presenten durante el interrogatorio.
Una vez que se ha arrinconado a su testigo, el golpe en la yugular debe darse antes de que el testigo se haya pertrechado para repeler el ataque. También, si le es posible, antes de cualquier receso trate de dejar al auditorio en un ambiente de duda y de suspicacia en cuanto a la veracidad del testigo, a fin de que esta impresión penetre y se refuerce en las mentes de los jurados durante esa interrupción.

7. Actitud
La manera en la cual un interrogador trata a un testigo tiene que ser adecuada a las circunstancias. Uno no utiliza un tono de voz fuerte, lleno de sarcasmo, tratándose de una persona anciana, atractiva y agradable, ni con un niño. En cambio, es propio manifestar desdén o incluso mofa mediante las actitudes, gestos o el tono de la voz ante un testigo que miente, y esto se hace cada vez en forma más marcada conforme él prosigue su relato.

8. Terminación
Un interrogador debe saber cuándo retirarse de la escena en el clímax sin insistir que se cubra todo exhaustivamente todo lo que dijo el testigo ni lo que podría ser de su conocimiento. Según lo que aconsejara Alicia en el país de las maravillas: “camine hasta llegar a un final, y deténgase”. Saber cuándo, dónde y cómo suspender un interrogatorio es una de las últimas cosas que aprenden los abogados litigantes.
Fragmento tomado del libro Cómo se ganan los juicios. El abogado litigante, de Francis Lee Bailey.
Fuente: Legis.pe

lunes, 29 de agosto de 2016

¿Cómo ganarse el respeto de los jueces?

1. Manifieste respeto por el tribunal; esto se refiere no sólo a las palabras que elige, sino también a la manera de enunciarlas. Si usted considera que lo están tratando injustamente, el remedio es la apelación, nunca manifestar su desaprobación siendo descortés.

2. Trate de comprender el punto de vista del juez. Usted, como abogado, debe estar del lado de su cliente; el juez tiene que evaluar con imparcialidad ambas partes. Pregúntese a sí mismo: “¿cómo reaccionaría yo si tuviera que tomar una decisión en este asunto, en vez de alegar por mi causa?”

3. Dele al tribunal toda la ayuda que pueda, dirigiéndole memorandos redactados con claridad y lógica, acomodándose a su orden de trabajo y horario y brindándole ayuda necesaria a su personal. En el ejército, a menudo se dice que un oficial tiene el deber de ser “militar y caballero”. Un abogado litigante tiene el deber ante todos, ante el juez e, incluso ante sí mismo, de ser siempre “abogado y caballero”.

4. Siempre, siempre pero siempre, cuando hable con un juez su palabra debe ser tan valiosa como oro sólido. Los tribunales no podrían funcionar en absoluto si no pudiesen confiar en la veracidad de los abogados. Cuando usted declara algo ante un juez, considere que está bajo juramento. Los abogados que supieron ganarse la confianza de los jueces, por lo general, gozan de un ambiente de trabajo agradable. El abogado que engañó a un juez en una sola ocasión pasará años enteros antes de olvidar aquel incidente.



Con jueces, como con otras personas con quienes usted estará trabajando en la práctica de las leyes, las primeras impresiones son importantes. Cuando usted comienza a presentarse en el foro, no deje de repasar sus notas repetidamente hasta que las tenga aprendidas perfectamente, porque si a usted lo sorprenden fuera de guardia con una pregunta del juez, usted no tendrá ningún dato en qué basarse para dar una respuesta rápida y directa.

Insisto en la palabra directa. A los políticos les gusta esquivar las preguntas directas y convierten lo que debía ser una respuesta en un discurso. Esto no funciona en el tribunal. A los jueces les exaspera batallar con un abogado para sacarle una respuesta a una simple pregunta. Si no comprende a dónde quiere llegar el juez, pídale entonces que aclare el punto; no trate de “soslayarlo”. Los abogados que tratan de eludir astutamente las preguntas de un juez instructor, no están acumulando puntos en materia de respeto.

A la mayor parte de los jueces les simpatizan los abogados litigantes jóvenes y tratan de ayudarlos, con tal de que hayan cumplido con su trabajo. Acepte de buena gana tal ayuda, y agradézcala, pero sin exageración. Una leve inclinación de la cabeza y una sonrisa bastan para comunicar su agradecimiento por un trato justo por parte del estrado, sin que sea necesario explayarse en un discurso de agradecimiento.

Fuente: Legis.pe
http://legis.pe/

Un abogado sin temperamento está perdido

Una escena que salta a mi memoria de mis épocas de estudiante de Derecho, cuando adopté la costumbre de asistir por las tardes a las audiencias públicas que se celebraban en los (entonces así se llamaban) tribunales correccionales de la Corte Superior de Arequipa, en su antigua ubicación de la calle San Francisco en el centro mismo de la ciudad mistiana, consiste en la severidad del interrogatorio que llevaban a cabo los vocales superiores y el fiscal superior a los acusados en una de las etapas del juicio oral.
La verdad que, en ocasiones, los magistrados hasta abrumaban con duros adjetivos a los procesados, por lo general, gente muy humilde, a una distancia astronómica, en condición social y quién sabe si en cultura o en calidad de vida, de los jueces que interrogaban. Muchos abogados simplemente callaban y exhibían una odiosa resignación, una suerte de derrota moral y profesional, frente a los excesos de los jueces. Pero otros, creo que los pocos, recuerdo entre ellos al doctor Sergio Nieves Núñez, gran penalista puneño, amigo de mi padre y notable profesor de la Universidad Nacional de San Agustín, o al criminalista Eduardo Cáceres Bedoya, uno de mis profesores de Derecho penal en la Universidad Católica de Santa María, que, no daban su brazo a torcer y con talento y pasión (al parecer necesarias ambas en dichas circunstancias) patrocinaban a sus asustadizos clientes.


Esa energía, respetuosa pero firme, también se requiere ante la administración pública o ante la policía. Define el carácter del abogado. Un abogado sin temperamento está perdido. No me lo imagino como letrado defensor, quizás sí como abogado de bufete o asesor de consultas. Prevalece, en esos casos, una suerte de psicología popular, como un juego o una competencia de pulso. El Derecho hace las veces de un ring o de un campo de combate.
A propósito del carácter del abogado, en Los detectives salvajes, la hermosa novela experimental de Roberto Bolaño, un defensor letrado, Sergio García Fuentes, evita que la temible policía mexicana del D.F. se lleve consigo, a raíz de la muerte de Piel Divina, a Julita, hermana de Albertito Moore. Era la diferencia, según relata el personaje Luis Sebastián Rosado, entre la vida y la muerte.
Por: Carlos Ramos Nuñez
Fuente: Legis.pe

Consejos para realizar las prácticas preprofesionales de derecho

Uno de los consejos (creo que ya estoy en edad de darlos, si bien yo mismo no los siga, como suele ocurrir), que no me canso de ofrecer a mis estudiantes, principalmente a los más jóvenes, consiste en la necesidad de que incursionen en las prácticas solo después de la mitad de la carrera: la verdad que cuanto más tarde mejor, así aprovechan la vida universitaria y se consagran enteramente a sus estudios y la lectura en bibliotecas.

No obstante, el estudiante de Derecho no solo es un archipiélago (que no es un animal como cree una guapa y obsesionada modelo) de conocimientos, sino que también debe ser un conglomerado de destrezas. Y estas destrezas se adquieren a través de reiterados actos en la práctica. En una profesión como la abogacía, un buen entrenamiento práctico es crucial, no sé si definitorio pero sí obligatorio.

¿Cómo hacer entonces las prácticas? ¿Es conveniente permanecer, por ejemplo, en un solo lugar? No. Por el contrario, el estudiante debe buscar distintos ámbitos o escenarios para desarrollar sus destrezas. Un tiempo en un estudio de abogados, otro en un juzgado, otro lapso en una notaría, quizá en la oficina legal de una empresa.



Otras destrezas a realizar por quien aspira a convertirse en abogado podría ser actuar como colaborador de un profesor universitario o como asistente de un investigador de prestigio. La docencia y la pesquisa científica exigen también, como dicen hoy los manuales de autoayuda, de un training y si es constante, variado y multifacético mejor. Ojo, no necesariamente porque quiera devenir en profesor o en investigador, sino ante todo porque son otras facetas de un buen abogado, de un letrado de prestigio.

El tipo de prácticas también depende de la personalidad, la vocación y, cierto es, hasta las condiciones y posibilidades del estudiante. Lo importante (y esto es plenamente legítimo) es que obtenga un provecho que le será útil en el plano profesional.

Fuente: Legis.pe
http://legis.pe/

¿Qué clase de persona se requiere para ser un abogado litigante?

 ¿Qué tipo de persona se requiere para ser un abogado litigante?

La respuesta es sencilla: los abogados litigantes de altos vuelos son personas excepcionales que poseen todo un acervo de aptitudes específicas, lo cual no quiere decir que hayan nacido con ellas. A parte de un buen cociente intelectual, es muy poco lo que un abogado litigante tiene de hereditario. Las habilidades que son importantes en un tribunal se van labrando, asentando y puliendo. Necesitan práctica, mucha práctica. También se requieren confianza, disciplina y determinación. Si en algún lugar dentro del sistema judicial americano hubiera un buen abogado litigante que no hubiese trabajado duro para llegar a ser lo que es, esto sería un caso insólito e inaudito.

El principal problema con los abogados litigantes es que comienzan bastante tarde; por lo general, lo hacen después de haber egresado de la escuela de derecho. El momento ideal para iniciar el proceso de preparación es durante los años de estudio en la facultad, cuando las personas son más susceptibles de ampliar sus horizontes con gran rapidez.

Los estudiantes a menudo dicen: creo que me gustaría ser abogado litigante, ¿debo especializarme en administración pública, en ciencias políticas, en contabilidad o en administración de empresas? La respuesta es siempre la misma: si quiere ser un buen abogado litigante, aprenda a leer, a hablar en un lenguaje correcto y desde ahora mismo. El lenguaje debe ser su fuerte. Aparte de esto, lo ideal es una amplia cultura con sólidas bases en humanidades y con énfasis en filosofíahistoria y psicología. Hay muy buenas razones para hacer estas recomendaciones.
La capacidad de usar el lenguaje de una manera efectiva es de importancia vital para el abogado litigante. Todas sus aptitudes se manifiestan a través del uso efectivo de la palabra escrita o hablada, y de su capacidad para entender de una sola pasada lo que otros han escrito. El abogado que tiene el pleno dominio del lenguaje aventaja a cualesquier oponentes menos talentosos; ya que su principal herramienta es el idioma de la persuasión. En cuestiones de derecho, la retórica ha sustituido a la espada y, si todos los abogados usaran la primera, obtendrían mejores resultados, gozarían de mayor confianza de parte del público y habrían más personas dispuestas a utilizar los tribunales para resolver sus disputas, en vez de tratar de resolverlas por sí mismas, a menudo, con desastrosas consecuencias.

La filosofía

¿Y la filosofía? Una gran parte de la actividad jurídica es la filosofía, porque los abogados asumen la responsabilidad de lo que ocurra con las personas que tienen problemas. La filosofía no trata tanto de lo que son las cosas, sino de cómo deberían ser. Como dijera el procurador de justicia Robert Kennedy en una ocasión: «Otras personas dicen: “¿Por qué?”; yo digo: “¿Por qué no, lo contrario?”». La filosofía se relaciona directamente en el trabajo de un abogado litigante; él debe tener una filosofía personal que lo guíe en el ejercicio de su inmenso poder, y un buen dominio de los principios de la lógica para presentar argumentos que convenzan a los tribunales a que adopten normas nuevas y establezcan precedentes que reflejen el mismo respeto para la dignidad humana que para la ley.

La historia

¿Y la historia? Según lo aprende todo estudiante de leyes, ya en sus primeras semanas en la facultad, el derecho se enseña por medio de la historia. Antes de graduarse, un estudiante habrá leído cente­nares de casos, cada uno de los cuales refleja cierta decisión de un tribunal de apelaciones sobre alguna cuestión de definición o in­terpretación de la ley. (Téngase presente el juicio de apelación relativo al plazo de entrega, en el cual se decidió que, legalmente, noventa días está dentro del significado de “pronto” en la industria de los cortineros). Al método de enseñanza de las leyes en los Estados Unidos se le llama, muy acertadamente el “del libro de casos”. Cada caso es un ejemplo de historia jurídica.

La psicología

¿Y la psicología? Es el estudio de la conducta humana y esa materia será de interés cotidiano para un abogado litigante, durante toda la vida. Tiene que entender la conducta humana para que pueda predecirla con cierto grado de exactitud, y tendrá que hacerlo con respecto a los jueces/ a los testigos, a los jurados, a los clientes y a las partes en litigio. ¿Cuál será la reacción de cada uno de ellos cuando enfrente algún dilema, algún contratiempo o fracaso? El conocimiento de los principios que rigen la mayor parte de la conducta humana normal, junto con un acervo de experiencias que se irán acumulando a lo largo de toda la carrera de un abogado litigante, son las herramientas indispensables de su oficio. Y si alguien opta por especializarse en el derecho penal, también será esencial que comprenda la conducta humana anormal.
Tal vez el rasgo principal en la personalidad de un buen abogado litigante sea unaconfianza innata en sí mismo, que es muy necesaria para actuar con rapidez y decisión, cuando no hay tiempo para consultar a los demás, ni alguien que le aconseje. En otras palabras, ésta no es una profesión en la cual se pueda “consultar a papá”, o asesorarse con un perito, antes de tomar una decisión.

Fuente: Legis.pe
http://legis.pe/